Tradicionalmente las instituciones educativas han sido las encargadas de divulgar entre nuestros estudiantes la alfabetización. Tradicionalmente también se ha considerado que la acción de alfabetizar consistía en un simple "enseñar a leer y escribir" como naturalmente nos indica el DRAE.
¿Podemos seguir viviendo en este reduccionismo?
Leer y escribir. Usar una lengua. Escribirnos y leernos... Sin embargo cuando escribimos y leemos lo que hacemos es comunicarnos y hace tiempo que se superó la percepción de que el conocimiento de la lengua, la propia u otras, es suficiente para comunicarnos. Es necesario conocer otros lenguajes y desarrollar otras competencias que abarquen el amplio abanico y complejidad del lenguaje humano.
¿Qué competencias nos capacitan para la comunicación?
¿Qué tenemos que aprender para comunicarnos?
La comunicación implica al ser
humano holísticamente, en su totalidad tanto cognitiva como emocionalmente y lo
implica además como ser social que establece relaciones e interacciones con
otros seres, en una acción socializadora cuyos reflejos, los nuestros en los
demás y los del otro en nosotros, nos ayudan a conformar nuestra propia identidad.
Pero nos movemos en un entorno social, y por lo tanto comunicativo, que ya no
es sólido. La sociedad se ha transformado. Como indicó Krüger, “el conocimiento
ha sustituido al trabajo” y ya no se valora el trabajo, sino el saber. Y este
proceso de transformación hacia una sociedad cuyo motor es el conocimiento, la
inteligencia, se ha desarrollado paralelamente a la innovación en las nuevas
tecnologías impulsando un fenómeno muy actual: nuevos procesos formativos y
educativos cuya base radica en el modo de enfrentarse al saber a través de la
enorme cantidad de información/infoxicación en la que vivimos suspendidos.
Este fenómeno es imparable y
continuará en el futuro, lo que significa que a las instituciones educativas no
les puede bastar “enseñar a leer y escribir” como historicamente se hacía, sino
alfabetizar en diferentes tipos de lecturas, de lenguajes y en su comprensión,
a la vez que enseñar también a “escribir” en dichos lenguajes y ampliar nuestra
capacidad de comunicarnos, que adquiere así particular relevancia, ya que
ampliará las posibilidades de nuestros discentes para interactuar en y con el
mundo que les rodea, compartir información, seguir aprendiendo a lo largo de
toda la vida. Se hace necesario situar a nuestros niños y jóvenes en este contexto
y ofrecerles las mayores y mejores posibilidades de desarrollarse dentro de círculos
concéntricos que les lleven del yo al mundo.
Javier Echeverría nos habla de
tres entornos. El primero, nuestro cuerpo; el segundo el espacio real en el que
nos movemos; el tercero, al que accedemos a través de las pantallas, el espacio
virtual que se ha expandido, se ha vuelto más cotidiano y marca los procesos de
formación. Imaginamos el primero, como el YO de nuestros estudiantes que
requieren una alfabetización primaria en lenguajes que les permitan acceder a
la comunicación con su entorno directo.
Segundo entorno el espacio
real: interacciones con el mundo real que en nuestra actual sociedad han
empezado a tener unas conotaciones interculturales que no podemos obviar. Los
lenguajes que necesitamos pasan por el aprendizaje de otras lenguas para ser capaces
de interrelacionarse con otros YO, este hecho implica una alfabetización que va
más allá del aprendizaje de la propia lengua, es necesario adquirir conciencia de
las diferencias del otro y también desarrollar una sensibilidad para comprenderlos
y ser capaces de relacionarnos. La habilidad de actuar de forma adecuada y de
ser flexible frente a las acciones, actitudes y expectativas de las personas de
otra cultura, otra lengua, se convierte así en algo vital para la convivencia.
Para poder comunicar en el
espacio virtual, tercer entorno, es necesario alfabetizar en nuevos lenguajes
comunicativos. Nuestros estudiantes necesitan ser capaces de expresarse y
comunicar con ellos y a través de ellos. Este hecho va más allá del uso de
herramientas digitales en el aula que, en
muchas ocasiones, se integran en la educación superponiéndolas a la
educación tradicional para seguir manteniendo esquemas tradicionales y
transmisivos de enseñanza sin dejar que la R-evolución educativa despegue. Porque como indica Roberto
Aparici en Educomunicación Digital (publicado
en Educación, Medios y Cultura de la Participación.
2013. Editorial UOC, Barcelona),
No solo se trata del soporte utilizado en las aulas, sino de las metodologías pedagógicas y estrategias comunicativas que se llevan a cabo en los escenarios educativos formales vinculados a concepciones heredadas de los modelos transmisivos reproductores.
La comunicación mediática
implica cambios profundos en la forma de gestionar, crear, interaccionar y
distribuir la información e implica ser capaces de desarrollar un nuevo tipo de
oralidad narrativa posgutenberguiana. Los discentes deben adquirir las
competencias necesarias para adquirir sus
conocimientos de manera diferente a la que se viene haciendo en nuestras
escuelas, es necesario alfabetizarlos: producir en colaboración creativa,
distribuir de manera democrática y experimentar la participación.
Ya no es comprensible, que
situándonos en nuevos escenarios que requieren nuevos paradigmas discursivos
así como de estructuras para escribir, expresarse, organizar y distribuir la
información rompiendo con la linealidad analógica, basada en una conectividad
entre nodos y enlaces que permiten infinidad de recorridos narrativos, sigamos cuestionándonos
la alfabetización mediática. Si aprender a leer y a escribir ha sido la base de
nuestra educación durante siglos, plantearnos
si desarrollar las nuevas necesidades narratológicas del siglo XXI no es
pertinente. Es necesario.
Enlace al II Congreso Internacional de Educación Mediática y Competencia Digital.
Enlace al II Congreso Internacional de Educación Mediática y Competencia Digital.
Gracias a Maribel Bañares por su colaboración en este post.
Imagen:
piscina photoshop por Hector Milla con licencia CC BY N.C 2.0
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